lunes, 11 de junio de 2012

RECOMENDACIONES


  • Poner límites: cómo educar a niños responsables e independientes con límites claros


Poner limites. Robert J. MacKenzie / 376 págs /

Los niños necesitan límites para poder guiarlos en su desarrollo, límites, por otro lado, que ellos reclaman poniéndonos a prueba constantemente y cerciorándose de hasta dónde pueden llegar. En este libro el psicopedagogo y terapeuta norteamericano Robert MacKenzie, describe técnicas y procedimientos, de eficacia contrastada, para que nuestros hijos tengan unos lindes de conducta claros, que sepan lo que se les permite hacer y lo que no, y las consecuencias que deberán asumir si deciden traspasar esa frontera.

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El autor comienza describiendo en primer lugar las estrategias más comunes entre los adultos: padres con límites blandos, que repiten muchas veces la norma pero no acaban de conseguir que sus hijos la cumplan; padres con límites autoritarios, que pegan al niño en cuanto no cumple la norma; y padres, que primero repiten la orden y la discuten con sus hijos (límite blando), para acabar finalmente pegándolos, hartos ya de tanta discusión (límite duro

Como no dudo de que cada uno de nosotros nos hemos reconocido en una de estas actitudes o, lo que será más frecuente, en las tres, puede ser conveniente que sigamos adelante en la lectura de la obra para evitar caer en estos ineficaces y agotadores extremos. El método empieza enseñándonos a transmitir mensajes verbales claros. Así nuestra indicación debe centrarse en la conducta a corregir y no en calificar al niño, por ejemplo es más eficaz decir:”Deja de molestar a tu hermano ahora mismo”, que decir “no seas tan pesado”. Nuestros mensajes también deben ser lo más concretos posibles: “Tienes que llegar a casa a las siete” y no “intenta ser puntual” y se deben especificar las consecuencias de transgredirlos, si se cree que es necesario: “Por favor, no vayas en patinete por esa calle en cuesta. Si lo haces, no lo podrás usar durante el resto del día”
La clave del método está en respaldar nuestros mensajes claros, breves y concretos con actos, de manera que si el niño, a pesar de nuestra advertencia, decide ir en patinete por la calle en cuesta, sin más repeticiones o advertencias se quedará sin patinete el resto del día.
Si conseguimos hacer nuestra esta forma de educar se acabarán en nuestras familias las eternas discusiones y amenazas: “No es momento de discutir. Puedes hacer lo que te he pedido o pasarte los próximos diez minutos en tu habitación preparándote para hacerlo.” Los niños sabrán quien manda en casa y que no hay otra opción más que obedecer o prepararse para obedecer.
El método se apoya también en la motivación y en los mensajes alentadores, “que ordenado tienes hoy tu cuarto”, “me encanta cuando me pides las cosas por favor”; en fomentar la independencia de nuestros hijos a la hora de tomar decisiones y enseñarles las habilidades necesarias para resolver problemas.
Es de destacar un capítulo especialmente provechoso dedicado a la adolescencia y a cómo debemos ir cambiando al compás de la edad de los niños los límites impuestos, pero siempre con las ideas claras sobre las normas que queremos que se vivan en nuestra casa.
A pesar de ser tan didáctico el libro se lee con enorme interés, ya que está lleno de casos reales que el terapeuta ha vivido en sus talleres educativos, mostrando de forma muy efectiva las diversas reacciones de los niños y cómo debemos actuar ante ellas. La literatura existente sobre este tema es inabarcable, pero nunca había leído un programa tan claro y práctico, destinado directamente a los padres y que tanto está ayudando a muchos de mis conocidos. Excelente aportación a la tarea paterna que requiere de nosotros infinito cariño y paciencia, pero también, aunque sea más difícil, fortaleza e inteligencia.

  • Críalo como hijo de pobre, y lo enriquecerás
        Es absolutamente necesario que se comprenda el error de aquellos padres que se proponen darle al hijo felicidad, como quien da un regalo. Lo más que se puede hacer es encaminarlo hacia ella, para que él la conquiste.
      Cuanto menos trabajo se tomen los padres en los primeros años, más, muchísimo más, tendrán en lo futuro. Habituadlo, padres, a poner cada cosa en su sitio, y a realizar cada acción a su tiempo. El orden es la primera norma.
     Que no esté ocioso, que lea, que dibuje, que trabaje, que te ayude en alguna tarea, que se acostumbre a ser atento y servicial.

      Deja algo en el suelo para que él lo recoja; incítalo a limpiar, arreglar, cuidar, o componer alguna cosa, que te alcance ciertos objetos que necesites; bríndale, en fin, las oportunidades para que emplee sus energías, su actividad, su voluntad, y lo hará con placer.

     Críalo como hijo de pobre, y lo enriquecerás; críalo como hijo de rico y lo empobrecerás para toda la vida.


          




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