Una mañana de Enero,
un barco ha de zarpar,
con una gran sacudida,
ya se inclina hacia la mar.
Lleno de rabia se encuentra,
el gallardo capitán,
que por una leve causa,
Su mujer que le decía:
¡Tú vas a terminar mal!
porque cuando estaba ebrio,
al mar iba a descansar.
Bajo el gran acantilado,
él comenzaba a roncar,
y si una roca cayera,
mala suerte capitán.
Magullado y golpeado,
al fin se ha de levantar,
y poco quieto se queda,
pues su barco va a zarpar.
Su mujer se lo prohíbe,
y dice: ¡Mi capitán,
hoy mejor se queda en casa,
no se vaya usted a matar!
Por: Martín Montiel Hernández
Se inclina el señor Cristóbal,
dispuestose a levantar,
porque en este gran navío,
¡Tierra! se escuchó gritar.
Todos salen a cubierta,
con ánimos de llegar,
a aquella tierra anhelada,
que jamás olvidarán.
Acercándose a la costa,
no creían encontrar,
nada que se pareciese,
a lo que iban a observar.
Había chozas de palos,
troncos, piedras, y demás,
de donde salían personas,
que miraban sin hablar,
mientras nuestros marineros,
no sabían si avanzar.
Con la duda se encontraban;
¿Dónde podían estar?,
y así por fin decidieron,
esa tierra conquistar.
Por: Martín Montiel Hernández
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